Como su personaje don Pablos, el Buscón, un ser marginal, que intenta rebelarse contra su destino de desheredado de la fortuna. Hijo de padres de conducta discutible y final indiscutible por deshonroso, su viaje en busca de la honorabilidad y la honra, sus intentos inútiles por ascender en la escala social de la época, lo ponen en contacto con todos los estamentos: el clero, la milicia, el mundo del dinero, el de las comedias, los chulos, las meretrices, los alguacilillos,.. Cuanto más virtuoso intenta ser, más tortuosos son los senderos que tiene que recorrer.
Y de ese contraste entre realidad y deseo, tan antiguo como el propio ser humano, brota un sentido del humor incontenible, torrencial y peripatético. Y también, insospechadamente, el amor. Y el salto a América, a donde, probablemente, el bueno de Pablos nunca llegará, atrapado en las garras de un corsario inglés, perdido en las brumas del barlovento de las Azores o tal vez abandonado a su suerte en las islas Bermudas.